Llega la noche y con ella los silencios despiertan mi sentido, el sinsentido de sentir que siento mi corazón latir. Y como el latido de estas teclas al derramar la sangre de mi vida, siento que estoy viva…y me gusta.
Cómo cuesta darse cuenta que una elige, en un momento dado, el respirar aire nuevo con cada aliento, y exhalar el humo calentito mezclado con el rocío de la madura madrugada, dejar deslizar lentamente los minutos que se convertirán en horas y disfrutar del primer calor-luz-rayo de un nuevo día naciente.
Porque, como dijo Fito, de tanto respirar me acostumbré a derrochar el aire fresco y sentir que cada molécula de oxígeno tiene todo su valor para mí, no es casualidad.
Pintar cada día del color que precisamente fabriqué para darle a la mañana, la tarde y la noche los tonos que compondrán el lienzo imaginado. Y brochetazo de blanco y vuelta a empezar.
Como cocinar, vivir es mezclar salado con lo dulce, picante y un pelín de amargo, que aunque a nadie le amarga un dulce, no me gusta empalagarme con los pasteles fáciles, prefiero el óleo pringoso y trabajar la paleta.
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