Este espacio no pretende ser una página especializada en fisioterapia ni un intento ensayista de literatura o una especie de diario. No, esto es simplemente un cajón de sastre de algunas de las pasiones que mueven el motor de mis días... y un lugar donde poder confluir con otras personas con curiosidad por la vida.


Rosita y Lucía.


Al Calor de la cercana lumbre de la chimenea dió a luz Rosita a una hermosa niña a la que había de llamar Lucía.
El parto fué largo y complicado, pero al final las dos salieron sin peligro del trance.
La muchacha era soltera, y en México una madre soltera era equiparable a una ramera. Aunque peor sería vista por el pueblo, si llegara a darse el caso de un aborto. Por el poder que ejercía la iglesia, más fuerte incluso que el del Gobierno mismo.

Rosita acudía todos los días a primera hora a la iglesia para escuchar la misa y rezar sus oraciones.
Vivía aún con sus progenitores y trabajaba en el huerto, propiedad del cacique que poseía casi todos los terrenos de la zona.
Después del reciente parto estaba muy débil, pero no podía permitirse el lujo de estar sin trabajar (lo cual suponía no cobrar), así que a la semana del alumbramiento ya estaba de nuevo arando la tierra.

Aquel era un pueblo tranquilo, los días transcurrían sin que sucedieran  muchas cosas de interés, no mayores que un bautizo o una muerte de algún anciano...

Los meses parecían pasar a una velocidad tremenda y Lucía crecía rechoncha y radiante.

Rosita era la única que trabajaba en la familia, ya que su madre estaba aquejada de una enfermedad pulmonar que no le permitía hacer esfuerzos, y su padre era ya muy mayor.

Pronto comenzaron a surgir chismorreos entre los habitantes del pueblo. Ellos se extrañaban de que la familia se las arreglara tan bien únicamente con el sueldo de la joven.

Al cumplir exactamente un año del nacimiento de Lucía las sospechas y conjeturas obtuvieron respuesta.
Una noche, bien entrada la madrugada, las familias cercanas a la casa de Rosita se despertaron sobresaltados con un griterío de voces que provenía de la rectoría, la casa del cura (que estaba frente a la casa de la madre soltera).

Allí estaban discutiendo el padre Roberto y Rosita.
El cura le había estado dando un dinero a la joven todos los meses y con el pretexto de que la iglesia no recaudaba mucho ultimamente, había dejado de dárselo.

Resultó que la hija de Rosita era también hija del padre Roberto!

El cura fué excomulgado y por orden del juez se le obligó a pagar una mensualidad por manutención para Lucía hasta que cumpliera la mayoría de edad.

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